Porque nosotros no tenemos lengua propia...

Hace varios lustros asistí en la Universidad de Minnesota a un congreso sobre las nacionalidades en la España actual (o sea, en la de entonces que es también la de ahora, agravada). Asistían representantes de cada una de ellas y también algunos españoles que nos considerábamos "sin" -como las cervezas de 0'0 alcohol- frente a la borrachera identitaria reinante. Se profirieron las habituales quejas sobre la marginación de sus lenguas por parte de nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, mejor o peor justificadas. Pero la temperatura del simposio subió hasta el acaloramiento dramático cuando intervino el representante andaluz, que era un poeta si no recuerdo mal. Sostuvo que la situación de su nacionalidad era más desesperada y agónica que las otras, "porque nosotros no tenemos lengua propia". ¡Quién lo hubiera dicho! Recordando mi última visita a Sevilla y a mi padre granadino, que hablaba con razonable fluidez, pensé: "¡Pues se la habrá comido el gato!".
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