Políticos de Jet privado. Edurne Uriarte

La máxima aspiración de un pijo es el avión privado. Tanto se han democratizado las formas de vida, cada es más difícil distinguir un Zara de un Gucci, que no quedan símbolos de auténtica distinción. El pijo se muere por el más deseable de todos ellos, y el político que ha olvidado su labor y su representación, también. En su caso, sin asientos de cuero y sin habitación, pero jet privado, al fin y al cabo, que es como algunos políticos usan los aviones del Ejército.
No sé si el Gobierno se dignará a responder al diputado Jaime García Legaz sobre los tres Falcon que malgastaron tres ministros para ir a Bruselas a la misma hora. Pero son capaces de argumentar que se debió a la seguridad, excusa que utiliza la clase política para justificar su estilo de vida a lo Bill Gates. En general, bajo el consentimiento de la oposición que espera con ansiedad su turno en los jets.
Y cuando no hay forma de entender que los ministros no viajen en vuelos comerciales, salvo en muy específicas ocasiones. El Correo publicaba ayer que Ibarretxe gastó 20.000 euros en un avión privado dos meses antes de dejar su cargo… para dar una conferencia en Irlanda del Norte. Sobre el «conflicto», por supuesto. Inocencio Arias relataba hace unos días en su blog que De La Vega se llevó a 40 personas en un «jet» del Ejército en su último viaje a Nueva York, hoteles de lujo incluidos. Con un objetivo tan obviamente vital para el interés nacional como era participar en un seminario sobre la Transición y acudir a un concierto. En otras palabras, pasar unos días de lujo en Nueva York y hacer autopromoción a cuenta del erario público.
Y éstos son los mismos que van a subir los impuestos a los «ricos» de la clase media. Para seguir viviendo como ricos de verdad. Que uno se acostumbra al jet y pasarse a los vuelos comerciales es un trauma insoportable.

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